Me ha pedido
Marisa que, una vez al mes, os dirija unas palabras para el blog que inaugura
la Delegación diocesana de Enseñanza. Lo hago con mucho gusto por el aprecio
que desde niño siento por los maestros, ya que mi madre era maestra, «maestra
de pueblo» como solía decir. Ser maestro es una alta vocación y servicio. Os
invito, pues, a dar gracias a Dios por vuestro hermoso trabajo. Si a esto se
añade que sois profesores de religión, tenéis aún más motivos para dar gracias,
aunque hoy la religión no esté de moda. Quizás por ello, vuestro trabajo sea
más necesario y digno de aprecio. Despertar, alentar y desarrollar en los niños
y adolescentes el sentido religioso de la vida es un auténtico privilegio. Si
educar es sacar del hombre lo mejor de sí mismo, educar en el sentido religioso
es sacar del hombre la chispa escondida de Dios, que ha dejado en cada persona,
su huella como Creador. Educar a las
nuevas generaciones a conocer a Dios, llamarle Padre y confiar en él,
como hizo Jesucristo, es una experiencia única. Poner al hombre en la pista de
Dios para que su vida sea una constante búsqueda de quien nos ha creado no
tiene precio.
Cuando vamos
creciendo en la vida, descubrimos con asombro los inmensos horizontes que se
abren cuando un maestro tiene el arte de desvelárnoslos. ¡Es una suerte haber
tenido un maestro que nos ha elevado hacia las cumbres del saber, hacia la
belleza de comprender la vida, hacia los misterios sorprendentes de la
naturaleza! ¡Y hacia el misterio insondable de Dios! Jamás olvidaré las
experiencias tan gratificantes con los niños y adolescentes en la catequesis; ni
olvido las preguntas que te ponen en aprietos porque, desde la inocencia y
sencillez, te cuestionan sobre misterios de la vida. Hace unos días me impactó
la imagen de un niño sirio, a punto de morir por los estragos de la guerra, que
decía: «Se lo voy a contar todo a Dios». Ese niño ha muerto con la esperanza de
ver a Dios y poder decirle todo lo que ocurre en esta tierra y que necesita ser
cambiado. Quienes hayan sembrado en ese niño la esperanza de ver a Dios y
contarle todo lo que ocurre en el mundo han engendrado a ese niño para la vida
eterna. A pesar de la tragedia de ver morir a un niño, la fe que manifiestan
sus palabras hace que el horror de su muerte no nos sumerja en la tristeza
total, ni en la desesperanza.
Os animo, pues, a
considerar que tenéis en vuestras manos la responsabilidad de desarrollar la
semilla del bautismo en los alumnos durante la clase de religión. Dice el Papa
Francisco que tanto la catequesis como la enseñanza de la religión deben ayudar
a que crezca en los alumnos y catecúmenos la conciencia de ser hijos de Dios.
En la catequesis se hace mediante el método catequético; en la escuela mediante
el estudio sistemático de la religión, en nuestro caso, la católica. Buscad la
adecuada pedagogía para hacer atractiva la asignatura, sin prescindir de los
contenidos del currículum. Formaos especialmente en las cuestiones que hoy son
más debatidas y expuestas en los medios de comunicación inculcando en los alumnos,
como quiere también el Papa, un sentido crítico de lo que ven y oyen. Y, sobre
todo, sed testigos de lo que enseñáis, porque aunque hoy son necesarios los
maestros, estos no lo serán si no son verdaderos testigos.
Quedo a
disposición de lo que necesitéis como obispo vuestro.
Con mi afecto y bendición
+ César A. Franco
Obispo de Segovia
Obispo de Segovia